La empresa Bioceres anunció que 25 molinos ya procesan el cuestionado trigo transgénico, que va acompañado con el agrotóxico glufosinato de amonio. El Poder Ejecutivo aprobó su comercialización y no estableció obligación de informar qué productos lo contienen. La población de Argentina es la primera, del mundo, en comer alimentos con harina transgénica.
La empresa Bioceres anunció que el trigo transgénico HB4 ya se consume en la Argentina al afirmar que unos 25 molinos lo procesan junto al trigo convencional. No hay forma de saber qué productos contienen el primer trigo transgénico del mundo —que va acompañado con el agrotóxico glufosinato de amonio— porque el gobierno nacional lo aprobó sin restricciones y porque en el país no existe la obligación de etiquetar los alimentos elaborados con transgénicos, como sí ocurre en Brasil, entre otros países. El Poder Judicial sigue sin resolver si suspende su cultivo.
En los últimos dos años Argentina se convirtió en el primer país del mundo en aprobar y consumir trigo transgénico pese a los numerosos reclamos, denuncias judiciales y hasta una medida cautelar que ordenó suspender su liberación en la provincia de Buenos Aires (medida judicial que aún no está firme). Uno de los molinos que confirmó que procesa el trigo HB4 —desarrollado por Bioceres en asociación con el Conicet— es La Esmeralda, de Santa Fe. En una presentación realizada ante la prensa, el lunes último, ejecutivos de Bioceres afirmaron que al menos otras 25 industrias molineras ya lo procesan.
El evento, en el que la empresa también dio a conocer cifras propias sobre los supuestos rindes del cultivo, trascendió a partir de la publicación en varios medios, entre ellos el portal Bichos de Campo. Poco después, la empresa —que cotiza en la Bolsa de Nueva York y cuenta entre sus accionistas a Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman— subió a su canal de YouTube parte de la presentación.
Ante esta noticia, la Sociedad Argentina de Nutrición y Alimentos Reales (Sanar), denunció que el gobierno nacional, en lugar de proteger y cuidar la salud de la población, prioriza los intereses empresariales. “Se comunican novedades en la alimentación de la mano de avances tecnológicos pero estos avances no son para mejorar la calidad de los alimentos o sumar algún tipo de control”, señaló Ignacio Porras, integrante de Sanar. “Al contrario, es un desarrollo tecnológico que viene de la mano de un paquete de venenos.”
El trigo transgénico HB4, cuyo cultivo fue aprobado en octubre de 2020 y su comercialización en mayo pasado, es —según la publicidad de la empresa— tolerante a la sequía. Y su cultivo va acompañado de glufosinato de amonio, un herbicida cinco veces más tóxico que el glifosato. “Hay una grupo muy grande y muy vulnerable de la población que no puede elegir qué comer en nuestro país y termina consumiendo estos productos”, advirtió Porras. “Quienes tenemos el privilegio de poder elegir, deberíamos poder tomar medidas de boicot, como se hace en otros países, para manifestar nuestro rechazo”, destacó.
Asambleas vecinales y organizaciones socioambientales de Argentina y de otros países latinoamericanos expresaron su rechazo al trigo HB4 desde su primera aprobación, en 2020. También lo hicieron más de 1000 científicos del país, en una carta en la que denunciaron los impactos en la salud y el ambiente del modelo de producción con transgénicos y agrotóxicos.