La historia de los Pomar: Hipótesis insólitas y un llamado no respondido detrás de la familia que buscó todo un país

-Él tiene una entrevista de trabajo por eso quiere ir para allá. Yo no sé si voy, no tengo muchas ganas;
capaz vaya solo con las nenas. Mañana te aviso, mamá…
-Ojalá puedas venir vos también, siempre son bienvenidos, quiero ver a mis nietas, las extraño…
El diálogo, quizás el último que se conoció, fue el que mantuvieron Gabriela Viagrán y su madre, María
Cristina Robert, el viernes 13 de noviembre de 2009. Al otro día, finalmente Gabriela decidió acompañar
a su marido, Fernando Pomar, y la familia partió al atardecer del 14 junto a sus hijas, María del Pilar y
Candelaria -de 3 y 6 años- desde su casa de José Mármol rumbo a nuestra ciudad, donde vivían sus
respectivas familias. En el camino, dejaron en casa de amigos a Franco, el hijo mayor de la mujer que
había tenido con otra pareja, porque debía preparar un examen del colegio secundario.
Según Miguel Braillard, en una nota para La Nación, luego de despedir al adolescente y pedirle que se
cuide y estudie mucho, continuaron con el viaje en el Fiat Duna Weekend rojo, conducido por Fernando.
Sin embargo, lo que sería un viaje familiar sin sobresaltos se convirtió en una pesadilla: un accidente
ocurrido 40 kilómetros antes de llegar a destino provocaría la trágica muerte de los cuatro, que salieron
despedidos del auto luego de despistarse en la ruta 31, a causa de lo que se conoce como “morder” la
banquina. Así, el auto se despistó, embistió la alcantarilla de un zanjón, volcó y quedó sin posibilidades
de pedir auxilio.
La pregunta de un país: ¿dónde están los Pomar?
Lo que continuó hasta que los encontraron el 8 de diciembre fueron 24 días de incertidumbre, desidia,
inoperancia y miserables especulaciones de todo tipo. Se llegó a decir que escaparon por las deudas
que mantenían en las cuotas del crédito de la casa donde vivían (luego se comprobó que cumplían con
los pagos al día). Como él era técnico químico, se especuló con que había huido porque estaba en el
negocio de la efedrina, tan comentada en esos tiempos. Además, se habló de un posible secuestro
relacionado con el narcotráfico, de que se los habían visto en el exterior; de que él era un hombre
violento que tenía un arma que no apareció en un allanamiento que se realizó, y entonces se deducía que
la había usado para matar a su familia y suicidarse. Para colmo aparecieron imágenes de los peajes de
Luján y Villa Espil, y se informó que en el primero Fernando aparecía “desencajado”, lo que alimentó más
la sospecha creada sobre su posible perfil “criminal”. Hubo móviles de TV desde diferentes provincias
con gente que decía que los había visto. San Juan, San Luis… el desfile de hipótesis sin respaldo era
infinito pero la pregunta no tenía respuesta: ¿dónde estaban los Pomar?

“Se revisaron infinidad de veces los alrededores de las rutas 7, 5, 6, 41, 32. Lo mismo hicimos
alrededor de la Laguna de Gómez y los espejos de agua: no se descarta ninguna hipótesis”, informaban
los investigadores que insistían con que se los buscaba por tierra con efectivos de infantería y caballería
y también por aire, mientras también registraban una computadora personal de Fernando Pomar.
A cargo de la investigación por Averiguación de Paradero estuvo Karina Pollice, xextitular de la Fiscalía
Nº 4 del Departamento Judicial Pergamino. Los medios, con el correr de los días, transmitían en forma
constante el caso, ya que se hablaba nada menos que de la desaparición de una familia completa.
Mientras, la Justicia estaba investigando dos hipótesis: si la desaparición era voluntaria o involuntaria.
La propia Pollice especuló por entonces con un conflicto de familia, y con qué Pomar poseía un arma de
fuego “que no fue hallada en su vivienda”. Además, precisó que se habían revisado y cotejado uno por
uno los llamados al 911 y que ninguno había dado resultado.
Más allá de la palabra de la fiscal, luego se supo que Casimiro Frutos, un albañil que viajaba rumbo a
Pergamino el 16 de noviembre, vio un auto rojo volcado en la Ruta Nº 31. Primero pensó que se trataba
de un coche abandonado. Cuando el 26 hizo el viaje de vuelta volvió a divisarlo y como la noticia de la
desaparición de la familia ya se había convertido en un escándalo nacional, al otro día se comunicó al
911 para contarlo, pensando que podían ser ellos. Evidentemente, ni la Policía ni las autoridades
responsables de la investigación le prestaron la correspondiente atención. Más tarde trascendió que ese
dato había llegado a la DDI de Pergamino. Una vez que se supo de la pista no investigada, el comisario
de entonces terminó desplazado.
Por su parte, el ministro de seguridad, Carlos Stornelli, y el secretario de Investigaciones, Paul Starc,
eran quienes lideraban la búsqueda. Por entonces creían en la hipótesis que la familia se había ido al
exterior.
El escenario era de extrema confusión y la desorientación de las autoridades mayúscula. Las
especulaciones y la inoperancia terminaron cuando los hallaron muertos el 8 de diciembre a 39 metros
de una de las curvas de la Ruta Nº 31, 40 kilómetros previos a nuestra ciudad, lo que debía ser el destino
final de la familia.
La Policía Científica determinó las marcas previas de frenadas sobre el pavimento y que los cuatro
pasajeros que no llevaban colocado el cinturón de seguridad salieron despedidos, luego de que el auto
se apartara del camino, impactara en un zanjón y terminara volcado luego de dar una vuelta de
campana.
Los exámenes establecieron que Fernando Pomar tenía una fractura de cráneo que le provocó la
muerte. Con posterioridad fallecieron sus dos hijas, y por último, Gabriela, la mamá, quien agonizó
también con numerosas fracturas durante varias horas en plena noche.

El día después
A partir de allí, María Cristina Robert, su madre, empezó a buscar respuestas ante la Justicia y poco
encontró con el correr de los años, ya que murió en julio de 2020, y recién en agosto de ese año la
Cámara Federal en lo Contencioso Administrativo de San Martín responsabilizó a la Provincia de Buenos
Aires por la muerte de la familia e indemnizó en un 70 por ciento por un monto de 1.700.000 de pesos –
sumado a intereses- a Franco, el hijo de Gabriela, que por esas cosas del destino no emprendió el viaje.
“Por el mal estado de la Ruta 31 por ‘daño moral’ y ‘valor vida’”, decía el fallo.
La resolución atribuyó el restante 30 por ciento de culpa al conductor por no tener en condiciones los
neumáticos, en especial el trasero izquierdo, y porque se estableció que ninguno de los ocupantes del
vehículo llevaba colocados los cinturones de seguridad.
Varios policías quedaron involucrados en una causa penal por haber ignorado aquel llamado clave al 911
(Omisión de los deberes de funcionario público) y por presunta falsificación de actas que decían haber
rastrillado lugares donde no se cumplió tal tarea (Falsificación ideológica).
Las continuas apelaciones que emplearon los abogados defensores para dilatar la causa lograron que la
correspondiente a Omisión de los deberes de funcionario público prescriba. Y por la restante, de los tres
imputados, uno fue absuelto y los otros condenados a un año en suspenso, fallo que con posterioridad
revocó la Cámara de Apelaciones de Junín.
A 14 años de la tragedia, el único sobreviviente de la familia es Franco Ricabarra, el hijo mayor de
Gabriela Viagrán, que convive como puede con el dolor de la pérdida de sus seres queridos y de la
injusticia padecida.

FUENTE : https://www.primeraplana.com.ar/la-historia-de-los-pomar-hipotesis-insolitas-y-un-llamado-no-respondido-detras-de-la-familia-que-busco-todo-un-pais/